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23-5-2016 2016 TRAVESIA BONAIRE-SXM, VIERNES Y SUPERSTICIONES


23-5-2016        TRAVESIA BONAIRE-SXM,  LOS VIERNES Y SUS SUPERSTICIONES

Pero cuando te falta tiempo, aun puede pasar que te falte mucho más, y así nos ocurre. Un amigo de Barcelona nos pide que le traslademos su barco desde la isla de Bonaire, 500 millas al S.O. hasta Saint Marten, es un buen dinero a ganar y estamos faltos de él, lo pensamos mínima mente y aceptamos.
En cierto modo no lo consideramos trabajo, al fin y al cabo navegamos, conocemos y cobramos, es justamente lo que deseamos hacer.                           
Miramos la previsión meteorológica y en la zona de la bien llamada Bon-aire, el viento esta en 30 nudos mantenidos, se acaba a finales de semana.
Con dos vuelos y cuatro horas llegamos a la isla, en  la marina  todo está cerrado, únicamente un restaurante queda abierto, preguntamos y nos comentan que a las 4 cierran la oficina, de momento no hay llaves del barco.


Una vez a bordo, comprobamos las escotillas y una está abierta, por suerte dentro había otro juego de llaves. Después de un primer vistazo, comprobamos que el velero está falto de cariño, comenzamos con una limpieza y seguimos con un repaso de luces, drizas, motor. 
En dos días lo dejamos listo, solo falta subir al palo para colocar la driza y relingar el genova, con 30 nudos no me hace gracia hacer de gorrión.
Mientras que el acelerón de los alisios no afloje su ímpetu, la decisión esta fácil, nos dedicaremos a conocer los alrededores de la marina, la espera será menos tediosa.
Recorremos el curioso paseo marítimo, observamos como la orilla está llena de peces loros, el agua transparente y muy limpia permite disfrutar de su visión, sin esfuerzo alguno.  Llegamos  a Kranlendijk, capital de la isla, hablando con sus habitantes comprobamos que el español se habla más de lo que pensábamos, sus gentes nos parecieron muy amables y simpáticas.




En una de sus playas hacemos snorkel, aquí los peces  no se asustan, todo lo contrario, se ponen a tu lado y comienzan a posar para que les hagas fotos, parecen estar amaestrados y la primera sensación es de estar en una pecera gigante  



                .                              



                                                                       




La previsión dice que el alisio se encuentra a gusto y se quedara dos días más en la isla, nosotros tranquilos seguimos esperando que las condiciones sean menos duras.
Preguntamos por los supermercados y todos están retirados de la marina, Patrick gerente del restaurante se ofrece a llevarnos, estas desinteresadas ayudas nos muestran, que buena gente hay en todas partes, un saludo y mil gracias.



En los supermercados todos los precios están en florines, moneda holandesa, a pesar de estar muy cerca del continente, los precios siguen siendo de ultramar,  Patrick nos alecciona a la hora de elegir productos y en cual super son más baratos. 
Los alisios pierden fuelle, colocamos la driza y el genova y todo está previsto para mañana al amanecer, será viernes y en el buen código marinero, es un día en el que no se debe partir para travesía alguna.
Dicen que antiguamente los armadores hacían salir los barcos los viernes, para no pagar puerto el fin de semana, esto provocaba que algunas tripulaciones no tuviesen todo el trabajo acabado a bordo, partiendo de cualquier forma.
Imaginamos que muchos accidentes fueron por este motivo y de ahí nació la superstición.
Nosotros tenemos todo el trabajo hecho y queremos romper con estas creencias   y supersticiones, asumimos el posible riesgo y obviaremos el nombre del día.   




UNA DE ADUANAS 

Con tal de no perder horas de sol,  nos vamos a inmigración y aduanas para adelantar tiempo y hacer la salida del país. Son las 16h y el calor aprieta hasta secarte las ideas,  la caminata es larga y con apenas sombra.
En la misma oficina se tramita inmigración y aduanas, la chica de inmigración nos da el visto bueno, pero cuando el oficial de aduanas oye que nos vamos mañana, dice que ellos están allí, que vengamos mañana por la mañana a partir de las 6., todo en perfecto español.
Nos comenta que muchos navegantes les han mentido diciéndole que se iban un día y luego partían varios días después, que a él le costaba poco mandar a sus chicos en la patrullera para cerciorarse de la puntualidad en las salidas del país, y que las multas no son baratas, con unas  forzadas sonrisas le damos toda la razón al dueño de la isla.
La caminata de vuelta hasta la marina, la recorremos sudando y hablando de las leyes y el sr. Oficial, nos reservamos los comentarios vertidos al respecto. Al día siguiente, a las 7 de la mañana estamos en la puerta de aduanas, hay gente dentro, pero está cerrado.
La amistad continúa creciendo con el sr Oficial que llego a las ocho. Con los pasaportes sellados y la entrega del fusil submarino retenido a nuestro amigo, finaliza el trámite.
Al despedirnos se da cuenta que siempre fuimos caminando y se debió compadecer, su oferta de llevarnos no tiene otra explicación. 
Creemos que este hombre se vio todas las películas de Fast Furious, ¡vaya manera de conducir!, mientras sorteaba perros, cabras y personas como si fueran conos, se despide deseándonos una buena travesía y nos comenta que no podemos entretenernos, sin comentarios                        .                                                                         Los fusiles submarinos están totalmente prohibidos en la isla, cuando haces la entrada, te preguntan si llevas a bordo y lo requisan hasta que te vas.

COMIENZA LA AVENTURA

 Salimos de la marina  y justo cuando viramos al norte, aparece la patrullera, ¿casualidad¿ nuestros últimos recuerdos de Bonaire son para el sr. Oficial.                
El viento nos viene por la aleta de estribor y el dulce mar del socaire, nos deja ir  a 7 nudos.
Cuando doblamos la esquina, el último cabo perdón,  el alisio está encabronadísimo, la previsión decía que bajaba, pero por lo visto, será más tarde. Parece que quiera rasgar las velas, reducimos trapo y conseguimos rumbo, el mar está de acuerdo con el viento, hay que hundir cualquier embarcación, ¡que se vayan!. Las condiciones son muy fuertes, el rumbo de ceñida  mete la proa en las olas y estas parecen que disfrutan golpeándonos y bañándonos, las series grandes logran apartarnos del rumbo  haciendo saltar el piloto automático.





El viento sigue fuerte y llega la noche, estamos a 60 millas de Bonaire, la oscuridad pone los sentidos en alerta e intentamos relajarnos y acomodarnos ante tanto ruido y movimiento. De repente sentimos y oímos un crash-katacrak, el ollao de la escota de la mayor se ha volatilizado, la vela flamea con la violencia de 30 nudos y el reenvió del enrollador del palo no quiere funcionar, tengo que ir hasta el mástil y darle a la manivela, después de varios tensos minutos, la vela esta recogida, el trozo de genova que nos queda es ineficaz, tenemos que poner motor para conseguir rumbo. Los pantocazos  ganan sonoridad y ponen un extra de temor, el justo y necesario para que a mi amor le dé un yuyu náutico.  

                                                
Intento poner calma y tranquilidad en medio de aquel cabreado mar y aunque nunca llego, por lo menos la disimulamos. Pasamos la noche a motor y con el genova rizado a más de la mitad, las olas entran con fuerza por la amura de estribor, barriendo la cubierta e inundando la bañera. Durante el día aun nos hacía gracia algún chapuzón que otro, pero por la noche la gracia ya era una impertinencia.  Amanece y el mar esta tan grande como imaginábamos que estaba, parece que el viento baja, las rachas apenas llegan a 25 nudos y  el motor nos hizo ganar barlovento, casi 10 millas.




Durante todo el día la mar continua grande, no dejo de pensar en reparar la mayor, pero mi estado del equilibrio no está para epopeyas, padezco ese mareito marinero que sin tenerme enfermo evita que pueda realizar cualquier tipo de trabajo que no sea rigurosamente necesario. Nos quedan más de 400 millas de ceñida, no tenemos autonomía a motor y solo con el genova puede  ser una batalla perdida, la mayor no cesa en hacer trabajar mi conciencia.
A las 17 horas, vemos en el horizonte N. una línea de nubes negrísimas y muy estirada, creemos que nos rozara pero por si un caso no le perdemos ojo. En una de esas miraditas vemos que una gran línea oscura llena de blancos borreguitos, barre la superficie del mar, se nos echa encima justo por proa, el genova que esta en la mitad lo reducimos a un cuarto, cuando el viento llega es puro NE, y con 30 nudos, justo nuestro rumbo, la noche nos alcanza y el chubasquito parece no ser tan pequeño, las condiciones que desde la partida nunca llegaron a ser cómodas, se ponen ahora de pesca radical.








 Con el motor a 2500 rpm. logramos hacer 2,5 nudos de velocidad, pero imposible  lograr rumbo,!! lo tenemos todo a favor!!.
Poco a poco, las olas se encargan de hacernos perder todo el barlovento que habíamos logrado,  los vaivenes  ya dan miedo, el velero tiembla y nosotros con él. A las tres de la madrugada la tormenta da por zanjada la batalla, el resultado, hemos hecho mas millas al oeste que a nuestro rumbo.
Las olas continuaron dándose importancia hasta los albores del día, con el paso de la tormenta, el viento dejo de ser aire en movimiento y la falta total de este elemento, hacen del motor  la única propulsión posible. Nuestra suerte es que a media mañana  entra del SE., 15 nudos y las olas  ya solo en 2 metros consiguen poner un poco de comodidad en la navegación,  además logramos rumbo y sobre todo calma, desde que zarpamos no ha habido un respiro.




La mayor sigue rascando mi cerebro, no podemos estar sin ella, pero el barco aun parece ebrio y yo su acompañante de bar. Pasamos la noche tranquilamente, sin chubascos, sin olas, con 15 nudos de viento y sin sobresaltos. Cuando amanece el mar está casi plano, la idea de reparar la mayor continua y es  ahora  o nunca, armado con un destornillador y cabito de 6mm logro hacer una especie de ollao, volvemos a aparejarla  y cruzamos los dedos, después de varios minutos con la vela portando, comprobamos que resiste, embarcamos un poco de calma y también alegría. Las condiciones de mar y viento piden mas trapo, después de abrir la mayor vamos a por el genova, cuando sale la última vuelta del carrete, me fijo y veo que el perfil de relingar a un palmo del enrollador, está totalmente cortado, rápidamente le recogemos algunas vueltas para sostener la rotura.


Pero por fin una navegación cómoda y estable, vamos a vela, a rumbo y además por encima de los 6 nudos, medio día de alegría y el viento comienza a rolar al este con desvíos al NE, esto resta grados y hace que arranquemos motor, con 1200 vueltas creamos el aparente necesario para llevar rumbo y anular el efecto de la deriva.   Cuando más cómodos y conformes navegamos, el motor se detiene, no ha sonado alarma alguna y la primera idea es que nos quedamos sin gasoil. Después de las comprobaciones pertinentes, el gasoil no es, al final miro la varilla del aceite y el cárter está más seco que una pasa, por un momento pensamos si salto la alarma y detuvo el motor o si esta achicharrado, rellenamos hasta donde indica la varilla  y llega el “moment Hichcok”, damos al contacto y nada de nada, no hay demarrrage, miro los voltímetros de las baterías y están a cero, esto parece una película muy mala sobre averías en un  barco con mar desfavorable.                                 .                                 La noche esta próxima y hay que actuar rápido, los problemas con linterna, siempre son más graves y dificultosos de resolver. Comienzo a buscar las baterías y después de levantar medio suelo encuentro la del motor, el terminal del positivo está totalmente flojo.  Algunos improperios después, el motor esta arrancado, y suena bien, la sonrisa vuelve a surgir en la bañera.   


Pasamos la noche con mayor y apoyo del motor, aunque la media es muy baja, 4,5 nudos, vamos ganando el  barlovento perdido. Amanece y la tranquilidad reina en el mar y a bordo, todo está controlado, nos quedan ochenta millas y vamos a rumbo. A las diez de la mañana el motor se vuelve a parar, directamente me voy a ver la varilla del aceite, en esta ocasión hay aceite, siguiente investigación el gasoil, está agotado. Agarramos los bidones y comenzamos el trasvase, cuando la última gota del ultimo bidón ha entrado en el depósito, me fijo y en el tapón del al lado donde he metido los 80 litros,!! pone DIÉSEL ¡!,  la pregunta surge rápidamente, si ahí pone gasoil y está cerrado, ¿ dónde he vertido los 80 litros¿, miro el tapon de color negro y pone claramente WASTE, ¡pues si!, ni más ni menos que en el tanque de aguas negras, en ese preciso momento suerte que no tengo un arma a mi alcance, es para suicidarme.   A todo esto el viento está en mínimos y el piloto automático dice que o le damos velocidad o él no trabaja, si no llega a ser porque es automático le pego un tiro al sedicioso. Sin velocidad quedamos a la deriva, sin tiempo para pensarlo, me dedico a ver dónde está el tanque de aguas negras. Una vez lo encuentro saco el comprobador de nivel meto un dedo , lo huelo y si, ¡!ahí está el oro!!.
todos los tapones del agua son azules, el de diésel con el desgaste por el sol también, el único de color negro es el Waste, la confusión estaba asegurada.
La buena noticia, el tanque está en desuso y el gasoil  esta impecable, solo hay que volver a extraerlo. Con una bombita manual de cambio de aceite y dos millones de aspiraciones, logramos sacar los 80 litros de gasoil y unos 20 de sudor santo. Una vez que hemos vertido el gasoil, esta vez huelo hasta el boquerel, llega la hora de arrancar. Ahora tenemos 20 dedos cruzados  para dicho momento, damos al contacto y el motor parece haber agarrado una gripe, sus toses son potentes pero no arranca.          Me pregunto si será aire en la instalación así que voy a purgar y cuando le doy a la bomba de purgado, por el tubito de alimentación a los inyectores, en vez de gasoil, sale un líquido baboso y negro,! lo peor de lo peor!, el motor aspiro los posos del depósito y la instalación se ha llenado de mocos y babas. ¡!Dios que estas entre nosotros!! Donde coj…. estas  hoy!!.  Comienzo a desmontar filtros, mangueras, tubitos de inyectores, todo  macizo es una locura. Al final con la bombita de cebado de gasolina para el dinghy y un buen rato, logro empujar toda la porquería hasta que sale aire por todos los conductos.  Con el barco convertido en pequeño petrolero mal oliente, ya solo queda dar al contacto, llevamos casi tres horas y media a la deriva. Volvemos a cruzar dedos y otro intento de arrancar, después de varios giros y toses, el motor arranca, mi sudor mezclado con el gasoil me sabe a ron/cocacola con cubitos de hielo.


El viento vuelve a entrar, sacamos trapo y apagamos motor, la navegación se vuelve cómoda y solo restan 60 millas para nuestro destino, esto parece pan comido.                                                                                                 
A las 14 horas aparece un chubasco, el viento sube y rola al N. es justo lo que necesitamos, me froto las manos y por fin podremos ganar barlovento. 
Cuando le digo al piloto automático que sume grados, veo que la rueda gira pero la proa no obedece, el instinto hace que mire a mi amor, la situación no esta nada fácil.
 la conclusión de esos mili-segundos es que no me gusta nada, ni el pensamiento de mi amor y mucho menos la posible avería.
Lo desconectamos y agarro la rueda, el barco esta sin gobierno, el equilibrio de las velas mantiene el rumbo, pero perdiendo grados. Es mediodía y la avería me da que no va a estar fácil de solucionar.
Me pongo a investigar el sistema y después de desmontar media bañera, no hay nada roto, a primera vista parece como si el engranaje que une la rueda al eje que conecta la mecha, se hubiese soltado.
Mientras, el barco continua navegando, vamos totalmente fuera de rumbo pero por lo menos tenemos estabilidad, pienso cual es la mejor opción, y antes de estropear el sistema prefiero poner la caña de fortuna. Una vez la colocamos compruebo que no es caña de fortuna, sino de tortura, imposible hacer las cincuenta y pico millas que faltan, padece una holgura de dos centímetros, lo que significa, que cuando recibo la presión de la pala,  mi respuesta es muy tardía, el barco comienza a dar la vuelta María como si bailara por sevillanas.
Después de probarlo y ver que su manejo es complicadísimo, pues la fuerza que hay que imprimir es demasiada para las horas que quedan, decido que hay que reparar el sistema.


Comienzo a desmontar y  veo  tres tornillos que están flojos, pero no veo clara su función, me faltan los agujeros para que cumplan con su cometido. Después de una importante pelea, logro hacer firme los tres tornillos, el timón gira y el automático funciona. No me quedo muy conforme con la reparación, pero nos quedan 50 millas y pocas horas para que vuelva a ser de noche. Así que desvió mi pensamiento, pongo cara de Macgiver y dejo que el barco avance. Hemos estado casi dos horas con el jaleo, la deriva más de 8 millas, el rumbo a vela ya está  complicado, 20 grados de ceñida ya es un imposible, hago cálculos y nuestro nuevo rumbo nos dejara 30 millas al oeste del destino. No  quiero forzar el timón ni podemos ir completamente a motor, así que la suerte está servida. Al caer la noche el viento sube y se ponen 20 nudos, apagamos motor y  comenzamos a hacer 6-7 nudos, el GPS dice que llegamos a las 4 de la mañana.


Tumbado en el salón oigo el agua deslizarse por el casco, sé que vamos deprisa, mi mente es un gran timon sujeto por tres tornillitos.
Las olas van creciendo y el barco comienza a saltar, los pantocazos hacen que me acabe levantando y decido que hay que aminorar la velocidad. Reducimos trapo y el barco no quiere bajar velocidad, continuamos dando saltos, después de enrollar mayor y genova, logramos dejar una velocidad “segura”, por debajo de 6 nudos, los pantocazos dejan de asustar. A las nueve de la noche estamos en la latitud de nuestro destino pero 34 millas al oeste, solo pueden acabarse a motor. Le digo al piloto el nuevo rumbo y el barco ni se entera, calladamente apago el piloto, agarro la rueda y efectivamente, el sistema de timón vuelve a fallar.
La oscuridad y condiciones de mar que tenemos no dan para desmontar nada, el viento ahora por la pura proa, se va mas alla de los 25 nudos, las olas que crecen por momentos y a mi cabeza la idea de reparar no le parece nada apropiada.
Cualquier intento de reparación significa quedar sin  gobierno, la deriva será de más de 2 nudos y nos alejaremos definitivamente de nuestra isla.  Después de asimilar la situación, abro el cofre donde se encuentra el instrumento y solo nos queda ponerlo  y aguantar el chaparrón.   
El trabajo de gobernar  el barco se complica más que mucho y todo, muy muy duro, la caña apenas tiene medio metro de palanca que junto a la holgura de los dos centímetros hacen que su manejo este pensado para vikingos, pero del norte del norte.
 Al cabo de pocos minutos la ley del silencio y la preocupación se sientan con nosotros en la bañera.           
Comenzamos a dibujar eses, zetas, y cualquier línea que no sea recta, incluso  vueltas en redondo. Por momentos veo imposible gobernar la anarquía de rumbos que llevamos.
Las condiciones parecen no querer ayudar y tanto el viento como las olas se encargan de hacer mucho más dura la situación, al esfuerzo de manejar la caña, hay que sumarle las continuas embarcadas de agua que inundan la bañera y por ende a nosotros.  Vamos a 3 nudos, no hay que ser un gran matemático para saber que serán casi 10 horas de continuo esfuerzo. Alguna vez que parecía encontrar el truquillo para manejar la caña de tortura, le pedía a mi amor que diese revoluciones al motor, pero en cuanto la pala recibía unos litros más de agua, el gobierno se hacía imposible, no quedaba otra que aceptar la velocidad y las horas de castigo.
A falta de 20 millas, el resplandor de Saint Marten se refleja en las nubes, continuamos con nuestros rumbos y mi espalda es ya una carcoma. Las horas pasan, exactamente son 7 las que llevo aferrado al hierro, he aprendido a anticiparme a la holgura de la caña y hay ocasiones que recorremos casi media milla sin dar vuelta en redondo.
A 15 millas vemos las luces de la isla, parece una tontería pero logran un efecto reconstituyente en mis brazos y sobre todo en mi mente.
En una de las vueltas involuntarias, mi amor ya no puede más y explota en un ataque de nervios, quiere lanzar bengalas, llamar por radio, por móvil, pero estamos muy lejos de todo y cualquier rescate sería complicado.
Intento poner calma en aquel complicado momento, pero el cansancio ya es grande y la preocupación también, no logro calmar nada y además no puedo soltar ni la caña, soy preso de un trozo de hierro que me tiene  los músculos de medio cuerpo corroídos. Lentamente muy lentamente la isla se va haciendo grande, por babor nos pasa un mercante y mi amor intenta comunicar con ellos, mientras la oigo decir PAM, PAM, PAM, pienso que el mercante no querrá oír nada, incluso si nos contestaran lo difícil que sería la situación.
En pocos minutos el mercante y su silencio se pierden en la oscuridad.                Cuando estamos a diez millas, el teléfono tiene cobertura, mi amor desesperada comienza a hacer llamadas, la cobertura se pierde, viene, se va, y en unas de las conexiones logra hablar con Antoan, le explica la situación y nos dice que llamemos a salvamento marítimo por la VHF.  Después de varios intentos en el canal 16, no hay respuesta, de vuelta al teléfono, consigue contactar con Svet del catamarán Frenk, le explica la situación y sin aclarar nada la comunicación se corta.
Mi amor teléfono en mano, no para ni un momento, recorre la bañera y los alrededores buscando la escurridiza cobertura, da la sensación que estamos rodeados de gentes y ella va saludando a todos, pero la cobertura se niega aparecer.
El alba asoma tras la isla, que ahora ya es visible en su totalidad, nos quedan 7 millas, mis fuerzas comienzan a estar justitas, mi intención no es otra que apuntar al centro de la isla,  el mar sigue fuerte y el viento se niega a aflojar, seguimos con una variedad de rumbos increíbles. A través de Antoan, nos llama  por teléfono  salvamento marítimo, nos piden aclarar la situación, distancia a la isla, situación, tripulantes a bordo, el dueño de la embarcación, y la pregunta del millón, quien pagara el rescate. Nos comentan que hemos de hablar con el propietario para que se haga cargo de los costes.
Desde mi posición, veo claramente como la proa va pasando desde el SE. al NE., en mi cabeza los pensamientos están como la proa, no acierta a razonar la situación y el rescate. Al final salvamento entiende que no tenemos la cobertura para hacer una conferencia con España y dicen que intentaran localizar al propietario, yo hago cálculos y me contesto interiormente, cuando salvamento lo tenga todo solucionado, este velero estará fondeado en Marigot.
A la media hora vuelve a sonar el teléfono, es Gabi, nos dice que el sale a por nosotros, que le demos situación y distancia, le digo a mi amor que le comente que no hace falta que salga, simplemente que este alerta, pero los nervios le impiden tener el sentido del oído disponible, así que después de unos suaves gritos, logro que sus “oídos dejen de mirar el telefonito”,  le explico que es una putada sacar a nadie de la cama a las cinco de la madrugada, para comerse este mar y además hacer un remolque, que no se preocupe que llegamos, mis buenas y contenidas palabras se van por la regala junto con el agua salada.
Como arriba no hay radio encendemos la portátil, Gabi nos tiene a la vista y nosotros a él,  comunicamos y en medio de la conversación, sale salvamento marítimo, nos pide situación del remolque y le explicamos que el catamarán Frenk, viene a por nosotros, que no hace falta que salgan ellos, nos comentan que les tengamos comunicados.
A las 6 de la mañana el catamarán Frenk con su capitán Gabi y su tripulante Kevin están a escasos metros nuestros.
Siempre da una enorme alegría encontrarte con amigos en la mar, en esta ocasión “alegría” me parece poca cosa para definir lo que sentimos. Nos lanzan una amarra y cuando el remolque ya está funcionando, dejo caer el maldito trozo de hierro curvado en la bañera, mi hombro derecho, la espalda y brazos están deshuesados pero por fin vislumbro calma en la cara de mi amor.


Tres horas después estamos buscando donde poner el ancla, acordamos la maniobra para hacer el fondeo y una vez sueltos, necesito hacer un pequeño giro, cuando le pido el último esfuerzo a la caña, esta se rompe, sin ni siquiera decir una palabrota, me voy a soltar el ancla y cuando le doy a la botonera el molinete no funciona, continuo tranquilamente en silencio, desembrago y el ancla  comienza a caer, sentado en la proa miro como la cadena se estira por el fondo, espero a que el ancla agarre  y pienso, !! quiero un café con leche y un croissant!!.
En la bañera nos abrazamos como si nos despidiésemos para toda la vida y sin mediar palabra recogemos lo imprescindible para ir a tierra y desayunar.
Por mi parte y a pesar de todo, nunca dude de llegar con el barco a buen fondeo, por la de mi amor, siento y mucho no haber encontrado la forma de tranquilizarla.
Por cierto, la Vhf del barco tampoco funcionaba.
Queremos agradecer la labor de Kevin, estaba en tierra y hubo de nadar más de media milla para avisar a Gabi que dormía en el catamarán.
Gabi a ti también te agradecemos y no sabes en que cantidad el trabajo que realizaste aquella mañanita.
El bróker que vende el velero contacta con nosotros para venirlo a buscar, dice que viene con su mecánico y que reparara el timón.
No me quiero perder ese momento y aparte de llevarlos al velero, me quedo para ver cuál era el problema. Como bien intuí, los tres tornillitos habían de alojarse en sus respectivos huecos, me quede a un clip geiger de poder arreglar la avería, una grandisima p….ada.
Fondeado tranquilamente, con todas las herramientas y conociendo el sistema, el mecánico estuvo casi tres horas reparándolo, fácil no era.


La mar pone pruebas y trabas, nosotros sobrevivimos  y continuamos amándola.

20-5-2016 SAINT MARTEEN VUELTA AL TRABAJO


20-5-2016 SAINT MARTEEN   VUELTA AL TRABAJO

De vagar en el paraíso, a estar trabajando, sin dolor ni tiempo para pensarlo volvemos a nuestras ocupaciones.                                                          
La primera noticia que nos dan, el pintor no ha hecho nada en la capota, la segunda, el taller donde trabajaba se ha alquilado, así que después de una semana en las B.V.I., las cosas cambian drásticamente.
Todos los trastos que hemos ido acumulando y guardando en el taller, son ahora una carga espesa y voluminosa que ni por un momento me pasa por la imaginación llevarlas de vuelta al Golden.        
Nunca di por hecho que aquel esplendido taller iba a estar siempre a nuestra disposición, pero tampoco que se alquilara tan pronto. Tras varios días, despistado  con la nueva situación, pues no veo solución a corto plazo, una sorpresa.                                  .                                                                                 
Una mañana Antoan, cizalla en mano, me pide que le acompañe, me muestra un contenedor, corta el candado que lo cierra  y dice que ahí está mi taller.
 
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Estos contenedores los alquila, en el varadero habrá más de 30. Aquí en el Caribe no es nada extraño ver veleros abandonados, con los containers ocurre lo mismo, este en particular llevaba 3 años cerrado, el cliente se fue un buen día y jamás volvió.
Una condición es que le haga el techo nuevo, y la otra que me encargue de limpiarlo y tirar a la basura todo lo que hay dentro.
En pocos días lo dejamos vacío y tenemos todos los  materiales y herramientas ordenados y clasificados.
Un detalle más para dejar a este hombre y su varadero anotado en el libro de honor de a bordo.
Nuestro amigo Oso se lleva también su porción de gratitud, gracias a su gestión facilito y mucho la cesión del contenedor, desde aquí te agradecemos tu desinteresada ayuda, un abrazo campeón.
Esto nos permite vaciar completamente las bodegas del  Golden, desde su compra no dejamos de introducir herramientas, maderas, aceros, y un sinfín de recambios  que aparte del peso, ocupaban espacios primordiales.


!!EN UNOS MINUTOS ESTARA TODO ORDENADO!!
Con este contratiempo solucionado volvemos a la rutina de trabajar y goldenear, se van las semanas y las tormentas llegaran.
                                                                                                               
Y por fin la capota  esta lista para instalarla a bordo, con la ayuda de la grúa de Antoan, la colocamos en cubierta, aunque las medidas de ancho se han ido  unos centímetros, podremos instalarla. Amarrados al pantalán pasamos tres días a las carreras,  y para que los trabajos no fuesen todo lo fácil que han de ser, el Zika me engancha, es una nueva enfermedad transmitida, ¡!cómo no!!, por los mosquitos, al igual que el chikungunya te deja las articulaciones sin aceite,  dolores musculares para aburrirte, y las  consabidas fiebres.



 
El muelle donde estamos amarrados es de trabajo, tanto el taller de jarcias como el servicio técnico de una conocida marca de motores, lo usan para dar servicios a los cruceristas, así que no podemos dormirnos y para aprovechar la electricidad y comodidad de estar en puerto, aparto los dolores con los analgésicos y continuamos nuestra labor.
Para acabar de arreglar la situación,  mi amor se cruza en un mal momento con Ghost, el pastor alemán del astillero, le da un mordisco en el muslo que da miedo verlo, ¡y ahora sí!, ya estamos todos apañados para continuar rápidamente con los trabajos.

!!SUERTE QUE ERAN AMIGOS!!
En tres días fijamos el antirociones y unimos el hardtop, nuestros miedos a romper la estética del Golden, están curados, quedamos conformes con la nueva apariencia del barrigudo, ahora con boina y desafiante.



 




 Nos quedaban pendientes los cristales de las ventanas, que el mejor precio que pudimos optar era de 450 euros, pero una vez más, “ese o esa” que todo lo sabe y todo lo ve, nos ilumina……….  .
Cuando voy a pagarle al pintor, me fijo que en un rincón, tiene plexiglás de 12mm de espesor, le pregunto el precio y riéndose me dice que son de muy buena calidad,  me espero el susto y me dice que por 50 euros nos podemos llevar todos, ¡tenemos cristales!, gracias una vez más, “ese” “esa”.                                                                      Toda ganga tiene su precio, y claro está, los cristales son recuperados, su transparencia deja mucho que desear, tras las explicaciones pertinentes, mi amor lijadora y pulidora en mano, se pone en busca de la traviesa transparencia. Después de varias horas, más de 30, el plexiglás adquiere una de sus principales características, ver a través de ellos.
El gran y esperado día llego, tenemos el antirociones instalado. Desde el principio tuvimos claro que ese techo de casi 7 metros cuadrado, habría de servir para recoger el agua de la lluvia, la ilusión por conectar las mangueras y esperar a que lloviera, no era menos que la de tener el antirociones. Como siempre la lluvia se hace esperar, cuando llega lo hace con ganas, lo primero que hacemos es levantar la manguera para ver la cantidad de agua que llega al depósito, es un grifo y en pocos días se llena el deposito pequeño con 250l de agua dulce y gratis..

 


Pero también vemos claro que sin los toldos laterales, el antirociones no cumple la función que deseábamos,  estar en la bañera, llueva o haga sol.                                                                                                
Pedimos presupuesto y la cosa se va de precio, más de 700 euros, asi que agarramos uno de los trozos de genova que se nos cayó en el Atlántico y lo cortamos a medida, lo llevamos a coser y el precio queda más asequible, 250 euros. Después de unos días, el Golden luce hard top y nosotros disfrutamos de su sombra y cobijo, los toldos no tienen ventanas, pero por ahora evitan que la lluvia se cuele donde no debe.



Instalamos los respectivos leds,  altavoces y el confort de la bañera   es todo un lujo palpable y visible.
En el techo tenemos previsto un soporte para antenas, colocamos la del wifi, una de respeto de vhf y una de gps, dejamos los cables de las futuras paneles solares pasados y por fin después de casi 6 meses gozamos de nuestra obra.



Queda modificar el panel donde están los instrumentos de navegación, y hacer estantes y cajones para todos los artilugios que siempre vagan en la bañera, pero por ahora ese orden habrá de esperar.                                                                                            La capota nos deja los bolsillos achicharrados, pero estamos convencidos “los dolores por los dólares gastados”, nos harán vivir el trópico como se debe, en la sombra y secos los días de lluvia, ósea todos los días.                                                                       Nos queda pendiente instalar los paneles solares, también recuperados y a cero euros, gracias a nuestro amigo Claudio, él se encargó de pedirlos a Stephan, soldador del astillero, que los saco de otra embarcación, pero seguramente los pondremos una vez nos hayamos marchado, en alguna bahía con poco movimiento de mar y lejos de los huracanes.                                                                                        
La temporada ciclónica  comenzó,  nos queda la jarcia, rascar el casco, hacer mantenimiento del motor, y un sinfín de trabajitos, los nervios están arrancados, pero ahora  ya sabemos que llegaremos a tiempo para la huida.                                              De la jarcia cambiaremos  los cuatro obenques bajos y el baby stay, continuaremos con la prudencia a la hora de subir trapo, pero la seguridad ha ganado muchos enteros.
Al motor le cambiamos sus filtros y aceites, poco más, a excepción del filtro del aire que me lo encontré deshecho en la sentina, como siempre a dar vueltas por la isla a ver quién tiene el recambio. Después de recorrer varias casas de repuestos para autos, en una que se dedican al tuning, voila!!! 16 dólares y filtro nuevo, me pareció increíble el precio y el bonito color del filtro.                                                                                                              
En cubierta ya se vislumbra que el Golden no pasara el verano aquí, ahora vestido con su traje de navegación parece un velero más, pusimos las velas, fundas, escotas, drizas, recuperamos la trinqueta con su aparejo autovirante, que era tal y como estaba de origen.
Ahora cada vez que nos vamos o venimos con el dinghy, vemos los avances conseguidos y un cierto orgullo nos invade.


A la mesana no hemos podido llegar, tanto sus cables de acero, como la vela están, que ni mirarlos siquiera, quedaran pendientes para la próxima temporada.
Y con el paso de los días vemos que las baterías gozan de buenos amperios, esto nos impulsa a poner la antigua nevera en marcha. Desde que le instalamos el compresor en Barcelona, nunca llego a funcionar. Original del barco, era una nevera de hielo, su aislamiento de los años setenta, no es el adecuado y después de estar todo el día con el compresor arrancado, nunca llego a bajar de los 5º.
Para no destrozar el mueble y cambiar la espuma aislante, hago unos agujeros y le inyectamos poliuretano, a los laterales por el exterior le adosamos paneles térmicos, cambiamos el termostato, y la besamos cariñosamente. Después de dos días funcionando, la temperatura alcanza el -1º, pero las baterías de servicio se niegan a tan disparatado consumo. La cabezonería por hacerla funcionar queda apartada de las rutinas diarias.
Última e importante labor que nos queda, rascar el casco.
Nuestros amigos Oso y Pau, se encargaran de hacerlo, hemos hecho intercambio de trabajos, yo les reparo el motor del dinghy y ellos rascan el casco, en un día, entre los tres acabamos con cuanta vida vegetal y animal estaba agarrada.
 ¡ ya podemos navegar! Esta sencilla frase es un compendio de casi tres años de experiencias terrestres, destinadas precisamente para abandonar la tierra firme.