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01-01-2013 FUERTEVENTURA

El Año Nuevo 2012+1

Con el nuevo año, amarre nuevo, la gran cantidad de veleros que han zarpado para abordar el cruce del charquito, han dejado muchos huecos y los consejos de los empleados del puerto eran unánimes, al resguardo del muelle de abrigo estaréis más cómodos y seguros.


Donde fueres haz lo que…………….., y así lo hicimos. Los temporales de SW eran posibles en estos meses y los pantalanes enfrentados a la bocana, recibían de lleno el rebote de las olas, provocando el vaivén correspondiente para bailar reggaeton sin la necesidad de oír  música.
Agradecemos todas las atenciones prestadas por estos magníficos hombres que sin ser su obligación, (su contrato era el de la vigilancia) no cesaron de ayudarnos.
Saludos y abrazos a Francisco, Nicolás, Santi y el oficial Domingo.


Pasar las fiestas navideñas yendo a la playa y con casi 28 grados, a Nuria se le hacia extraño. Repitiendo una y otra vez que los productos típicos de estas fechas estaban ideados para el frío. Razón no le faltaba, por mi lado, ya había experimentado esa sensación. Había residido dos años en Montevideo y en el hemisferio sur las estaciones son al contrario. Desde luego que la primera vez pensé lo mismo, comer polvorones  a casi 30º , ¡!madre mía!!.
Anulando los inviernos conseguíamos otra pequeña y deseada meta por fin alcanzada.
Con estas sencillas pretensiones vamos llenando el saco de la felicidad, bastaba con ser conscientes del puñadito introducido y nunca sentirnos abatidos por lo que faltaba por llenar.
Desde nuestra partida de Barcelona, el reloj y los días con nombre propio, habían ido desapareciendo. Los biorritmos marcaban a su antojo el compás de este nuevo tiempo, ajeno a las prisas,  los estrictos horarios y las rígidas pautas que dominaban la abandonada sociedad del bienestar, solo el horario comercial nos obligaba a tener una cierta medida. 
Tres meses hacia que habíamos llegado a esta ya convertida en nuestra isla, y apenas la conocíamos. Las bicis quedaban muy limitadas para recorrerla y decidimos alquilar un auto por tres días. A pesar de la comodidad que representaba este nuevo medio de transporte, permitiéndonos hacer turismo, cambiar de supermercado y hacer grandes compras de alimentos y bebidas, no lograba apartarnos de nuestra filosofía transmundista.

Concurso de murales en las calles de Gran Tarajal





De turistas con coche

Después de mas de un año sin vehiculo motorizado terrestre, nos resulto curioso recorrer en apenas una hora las casi 50 millas de distancia hasta la ciudad de Morrojable, al sur de la isla. Nos habíamos acostumbrado tanto a las extremas velocidades de la navegación a vela y las bicis que nos parecía increíble viajar tan rápidos.
Parecíamos haber llegado a un enorme bazar, toda la avenida de entrada a la ciudad era un continuo escaparate. Un sinfín de tiendas dedicadas a los mas variados souvenirs, electrónica, perfumerías y todo lo que un turista pueda desear, allí lo podría adquirir. Nosotros para no ser menos adquirimos unas camisetas de recuerdo, 5x12 € .
Sus playas de arena blanca y aguas calmadas y cristalinas nos parecieron las mejores de toda la isla, un inmenso paseo marítimo la recorría con un carril bici digno de mención.




El paseo ascendía sobre una gran duna, contenida por un gran muro de piedra negra volcánica, donde curiosamente de sus agujeros asomaban unas graciosas ardillas que con sus acrobacias deleitaban a todos los que por allí paseaban. 



El paseo acababa en un pequeño barrio sobre la misma orilla del mar, (creemos que antiguamente de pescadores), en sus estrechas callejuelas se podía estar comiendo a escasos metros del agua, una serie de bares y restaurantes con sus terrazas ofrecían una variada oferta gastronómica.
Toda la ladera que daba al océano era una catarata de apartamentos que a nuestro parecer le restaban encanto a tan bonito sitio.


Visitamos rincones de verdadera belleza y algunos con una increíble historia detrás.
Desde la turística ciudad de Morrojable partía una pista de tierra que tras unos cuatro millones de estrechas curvas y con pendientes para un 4x4 lograba ascender y atravesar la Sierra del Licanejo. En el punto más alto, el alisio encañonado por las montañas soplaba con dureza creando la sensación de final del mundo, la vista de la extrema costa oeste nos dejaba mudos.



Si aquello lo había hecho Dios, ese día debió de estar muy enojado. El descenso igual que la subida con profundos barrancos, no eran aptos para enfermedades cardiacas. Abajo casi en la misma playa varias casitas de aspecto muy humilde conformaban la aldea de Cofete.
Con tantas curvas y emociones, el estomago necesitaba algo para entretenerse, y suponemos que ayudo a nuestro instinto de la orientación para encontrar el único bar de la zona, tan rustico que las cabras parecían unos comensales mas. Unas sencillas tortillas a la francesa y las inevitables papas arrugas, regadas con las indispensables cervezas  bien frías saciaron tan básica necesidad.
Dentro del bar y a modo de museo, presentaban un póster con el relato y unas fotografías que mostraba la historia del lugar.
Durante la segunda guerra mundial, un acaudalado alto cargo del ejercito alemán (dicen que espía nazi), mando comprar en la isla terrenos, con la condición de que fuesen solitarios y próximos a la costa, (no pudieron escoger mejor desde luego), tras la compra, mando construir una inmensa construcción, llamada la Mansión de los Winter, que no acababa de entonar en aquella salvaje playa, dejando un halo misterioso al lugar, que ya de por si lo tenia.
No me quiero imaginar en aquella época como llevaron hasta allí los diferentes materiales y la posterior  construcción.
En la orilla, el océano llegaba con toda su fuerza, y a pesar de llevarme la tabla de surf, no vi muy claro hacer un intento de deslizarme por aquellas bravas olas.
Desde allí nos dirigimos teniendo que volver a recorrer la pista del infierno, al final de la isla por su orientación sur, la punta de Jandia. Su faro avisaba que allí tuvieras ojo con acercarte, lugar de salvaje belleza y azotado incansablemente por el océano.

Con tantas curvas se nos olvido hacer mas fotos
Al día siguiente y después del recorrido tan espectacular que habíamos hecho, nos lanzamos en busca de nuevos paisajes. La Pared seria uno de ellos, punto de surf, su playa debajo de un gran acantilado escondía un verdadero paraíso, ese día no llevaba la tabla de surf, aun me estoy acordando.


Recorrimos el valle de Betancuria donde el árido marrón era interrumpido con sus verdes palmerales.






A través de una revirada carretera y con los riñones kilométricamente cansados iniciábamos el camino de regreso a nuestro Golden, cuando la vista dejaba de ver el azul océano, cualquiera podría decir que a la Luna le habían construido una carretera, el paisaje sin el mas mínimo árbol y con aquellas laderas erosionadas, solo le sobraba la atmosfera para ser cualquier lugar de nuestro satélite.